Muerte (relato)
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Muerte (relato)
El leve aroma a resina y el sonido de las hojas agitándose ante la magnánima presencia del viento me incitan a despertar. "Abre los ojos…"
Me hallo tumbada en una mullida alfombra de hojas secas en medio de un bosque otoñal. A mi alrededor, infinidad de árboles arrojando hojas inservibles abrigando sus desprotegidas raíces. Ayudándome de mis brazos, que intentan desobedecer, consigo erguirme para ver lo que hasta entonces se encontraba fuera de mi campo visual.
Delante de mí, a pocos metros, hay un caballo inmaculado. Se acerca cauteloso un par de pasos. Sus movimientos son propios de los de un animal extraordinario, magnífico.
Al erguirme, obstaculizo el camino de la brisa, la cual, algo sorprendida, pasa ante mí meciendo mis pardos cabellos, y las hojas maravilladas al contemplar su serpenteante caminar se rinden ante él con una improvisada coreografía.
Mientras tanto, yo, en un estado de ensoñación, consigo vencer esta vez la resistencia ofrecida por mis piernas y me acerco al blanco animal, que me contempla con sus negros ojos, hipnotizada por la pureza del corcel que aparentaba brillar por sí solo.
El viento comienza a moverse más aprisa y con un bufido arranca repentinamente el anaranjado abrigo de los árboles. El ambiente comienza a tornarse siniestro, sus desnudas ramas parecen querer capturarme forzadas por el cada vez más furioso vendaval.
El cielo, antes limpio, se empieza a cubrir de espesas nubes grises, pero el aire no huele a humedad. No anuncian tormenta alguna. Se mantienen indiferentes, sin embargo yo presiento que ocultan algún oscuro secreto que no tengo intención de descubrir.
Mi piel se eriza ante el contacto de una mano fría.
Entre aquellos guardianes del cielo se abre un claro. Pero no lo atraviesa ese tímido rayo de sol. En su lugar, una sombra negra planea entre las nubes como un general que supervisa sus tropas.
Parece…
Una colosal águila color azabache se abre paso entre las ramas de los árboles, los cuales intentan herirlo sin éxito manteniendo sus múltiples brazos en alto intentando protegerse.
Mi corazón se encoge por el miedo y la creciente angustia. Miro temblorosa al caballo, pero éste se mantiene impasible con su mirada inalterable puesta en mí. A duras penas intento moverme hacia él, para huir de aquel mal presagio.
El viento cesa. Todo se detiene, el bosque repara al fin en mí y escuchan, pendientes de lo que sucederá a aquella extraña.
Mi sangre poco a poco se congela, va cesando su incesante fluir y me ahoga, me paraliza, me impide gritar y aferrarme a una nueva bocanada de vida.
Mi mente se cubre de una invisible neblina y sólo puedo escuchar los violentos latidos de mi corazón acompasado con cada batir de alas de la bestia negra.
Bajo mis pies el suelo comienza a liberar llamas azuladas. Se abren fisuras en el camino. La tierra se estremece ante la visión de aquella majestuosa y sombría criatura que comienza a abrir sus garras en mi dirección.
Mi cuerpo se debilita y cae, pero la bestia me apresa rodeando con sus garras mis insensibles brazos y me arrastra y me introduce en ese mar de fuego y tinieblas.
Ese fue mi último sueño antes de que mi alma fuese arrebatada por aquella a la que todos temen nombrar.
Anyra
Me hallo tumbada en una mullida alfombra de hojas secas en medio de un bosque otoñal. A mi alrededor, infinidad de árboles arrojando hojas inservibles abrigando sus desprotegidas raíces. Ayudándome de mis brazos, que intentan desobedecer, consigo erguirme para ver lo que hasta entonces se encontraba fuera de mi campo visual.
Delante de mí, a pocos metros, hay un caballo inmaculado. Se acerca cauteloso un par de pasos. Sus movimientos son propios de los de un animal extraordinario, magnífico.
Al erguirme, obstaculizo el camino de la brisa, la cual, algo sorprendida, pasa ante mí meciendo mis pardos cabellos, y las hojas maravilladas al contemplar su serpenteante caminar se rinden ante él con una improvisada coreografía.
Mientras tanto, yo, en un estado de ensoñación, consigo vencer esta vez la resistencia ofrecida por mis piernas y me acerco al blanco animal, que me contempla con sus negros ojos, hipnotizada por la pureza del corcel que aparentaba brillar por sí solo.
El viento comienza a moverse más aprisa y con un bufido arranca repentinamente el anaranjado abrigo de los árboles. El ambiente comienza a tornarse siniestro, sus desnudas ramas parecen querer capturarme forzadas por el cada vez más furioso vendaval.
El cielo, antes limpio, se empieza a cubrir de espesas nubes grises, pero el aire no huele a humedad. No anuncian tormenta alguna. Se mantienen indiferentes, sin embargo yo presiento que ocultan algún oscuro secreto que no tengo intención de descubrir.
Mi piel se eriza ante el contacto de una mano fría.
Entre aquellos guardianes del cielo se abre un claro. Pero no lo atraviesa ese tímido rayo de sol. En su lugar, una sombra negra planea entre las nubes como un general que supervisa sus tropas.
Parece…
Una colosal águila color azabache se abre paso entre las ramas de los árboles, los cuales intentan herirlo sin éxito manteniendo sus múltiples brazos en alto intentando protegerse.
Mi corazón se encoge por el miedo y la creciente angustia. Miro temblorosa al caballo, pero éste se mantiene impasible con su mirada inalterable puesta en mí. A duras penas intento moverme hacia él, para huir de aquel mal presagio.
El viento cesa. Todo se detiene, el bosque repara al fin en mí y escuchan, pendientes de lo que sucederá a aquella extraña.
Mi sangre poco a poco se congela, va cesando su incesante fluir y me ahoga, me paraliza, me impide gritar y aferrarme a una nueva bocanada de vida.
Mi mente se cubre de una invisible neblina y sólo puedo escuchar los violentos latidos de mi corazón acompasado con cada batir de alas de la bestia negra.
Bajo mis pies el suelo comienza a liberar llamas azuladas. Se abren fisuras en el camino. La tierra se estremece ante la visión de aquella majestuosa y sombría criatura que comienza a abrir sus garras en mi dirección.
Mi cuerpo se debilita y cae, pero la bestia me apresa rodeando con sus garras mis insensibles brazos y me arrastra y me introduce en ese mar de fuego y tinieblas.
Ese fue mi último sueño antes de que mi alma fuese arrebatada por aquella a la que todos temen nombrar.
Anyra
Invitado- Invitado
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